Se miraron y, sin saberlo,
estaban abriendo la puerta.
Durante una milésima de segundo,
la fascinación bailó sobre sus pieles.
Un asombro instantáneo
empezó a narrar un vehemente futuro.
Tras aquella fugaz mirada
se hospedaba la vida eterna.
Días de caricias sin pretéritos,
años de deseo y entendimiento,
décadas que fueron un momento.
Tras una milésima de segundo,
el rubor bailó bajo sus pieles.
Ellos dejaron de mirarse y, sin saberlo,
estaban cerrado la puerta.
Poeta: Pablo Pérez Rueda (Blon)
Imagen: Internet
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