martes, 16 de septiembre de 2008

VERANO



La aguja cruzó las nubes.
Era el sol que te quería.
Y olvidándose del cielo
se te recostó en el pelo
con ternura y alegría.

Las gotas se emborracharon
de tu sabor, te ciñeron
y luego, de amor temblando,
cuando el mar te fué tomando
toda tu piel se bebieron.



Junto a la orilla, la arena
celosa estaba esperando.
Y al darte un manto dorado
de puntos enamorados,
tu cuerpo te fué besando.

¡Quien fuera el sol, fuera el mar
y la arena del verano...
y hacer tu vida tan mía
que te tenga, noche y día,
en la palma de mi mano!.

UNA SONRISA, UN BESO, UNA MIRADA

¡Como pesan las cosas que se han hecho
cuando se acerca el fin de la jornada...!
Dulce peso, si tienes a tu lado
una sonrisa, un beso, una mirada...

Y qué tranquilidad si en ese peso
abundan más las cosas terminadas
que las que se dejaron incompletas
y pudiendo ser algo, fueron nada.
¡Como pesan las cosas que se han hecho
cuando se acerca el fin de la jornada...!
Y cerrado los ojos, en silencio,
van tornando en confuso panorama
guerras, amores, hijos, desengaños,
triunfos y fracasos, esperanzas,
un tropel de emociones ya perdidas
y un montón de ilusiones no logradas
que desfilan y huyen confundidos
bajo el peso de las cosas pasadas...
Dulce peso si tienes a tu lado
una sonrisa, un beso, una mirada...

Qué feliz puede ser esa memoria,
qué feliz puede ser esa añoranza
si, sentado en el borde del camino,
sabes que compartiendo tu jornada
el otro lado del camino sigue,
igual que siempre, a tu misma andanza,
como dos surcos de un sendero vivo
que va de la distancia a la distancia...
Y en el resto del futuro, siempre
serán dos voces de una misma alma.

¡Como pesan las cosas que se han hecho
cuando se acerca el fin de la fornada...!
Pero qué dulce peso, si te ayudan
una sonrisa, un beso, una mirada...

DOS NOCHES


Qué tristeza...La noche está llegando.
Se encienden una a una las estrellas.
La melodía azul de la distancia,
con violines de sombras y de sedas,
desde el fondo sin fin del infinito
en mi alma suena.

Qué tristeza...La noche está llegando.
Ya se encienden a cientos las estrellas.
El sol está llorando nubes rojas
prendidas en un manto de violetas
que se va desgarrando con el peso
de las palabras dichas sólo a medias...
Desde una aldea de papel de plata,
la lejana campana de una iglesia
va goteando bronce tembloroso
en círculos y círculos que llegan
más y más dentro de mi corazón,
fundiendo su latido en el latido
de mis venas...


Que tristeza...La noche está llegando
Ya se encienden a miles las estrellas.
El murmullo del agua en el arroyo
ya no habla de espuma entre las piedras,
ni de flor que se abre temblorosa
para sentir el beso de la abeja,
ni del sauce pegado a su reflejo,
ni del rayo de sol sobre la arena...

Solo se atreve a murmurar, callado,
de brisa que se arrastra entre la hierba
para poner, furtiva, su caricia
en los senos redondos de las piedras;
cosas apenas dichas, susurradas
con voz enamorada de poeta...

Qué tristeza...La noche está llegando
y tú no estás conmigo para verla.
Tu tendrás otra noche, otras campanas,
otro arroyo dormido, otras estrellas...
Será una noche azul, maravillosa...
Pero no será esta.
Tú vivirás tu noche.
Yo la mía...
¡Qué pena!